martes

CAMBIAR


¿Puede ser acaso tan imposible? ¿Por qué? Nos empeñamos cada día en buscar nuestro propio bien estar, nuestra propia satisfacción y no logramos llenar nunca el vacio de nuestro interior. 
¿Somos lo que somos? Es lo que dicen todos: “yo soy así, nadie me puede ni me va a cambiar”, la típica frase del ser humano. Sin embargo, no nos damos cuenta que cambiamos cada día, todo el tiempo. Absorbemos lo que nos pasa y eso nos afecta, ya sea para bien o para mal. Nadie quiere admitir que es diferente: “sigo siendo el mismo” o “nada cambio en mi”, pero al abrir nuestros ojos a la realidad, nos damos cuenta que nos enfrentamos al peligro más poderoso, parándonos frente al espejo, contemplamos el mayor enemigo, y temblamos frente a esa batalla en la que debemos ganar: CONTRA NOSOTROS MISMOS, NUESTRO YO, NUESTRO CARÁCTER MALO. 
Desde que somos niños nuestros padres nos inculcan ciertos valores, reglas a seguir para ser personas de grandes capacidades, ¿pero quién nos enseña a pelear contra el mal que nos rodea? ¿Quién nos prepara para pelear contra nosotros mismos? Cada día debemos ir creciendo, ir mejorando en lo que estamos fallando, pero nadie quiere hacerlo… 
Todos de una u otra manera marcamos la diferencia, entre los que nos rodean… somos únicos, distintos. Tenemos la capacidad única de elegir entre lo bueno y lo malo, y de acuerdo con lo que escojamos vamos a tener nuestra cosecha.  
Muchas personas intentan cambiar aparentemente, pero no se dan cuenta que el cambio es constante, es siempre, cada momento, cada instante. No solo cuando uno quiere, porque a veces no logramos lo deseado. 
Vemos lo que queremos ver, y nos quedamos atrapados por nuestra propia mente, quien muchas veces nos engaña. Desarrollamos para el mal nuestra imaginación y nos dañamos a nosotros mismos. 
Hoy, he aprendido que el cambio no solo se produce cuando mejoro o hago bien lo que antes hacia mal, sino también cuando perfecciono lo bueno que hay en mí, en algo mucho mejor. 
No debemos intentar cambiar al que nos hace daño, sino hacerle ver lo bueno que hay en él, para que lo perfeccione, y esa perfección lo va a ayudar a cambiar en eso que está fallando.  
Atrapados por los espejismos de nuestros propios engaños, de nuestros propios caprichos, contemplamos una imagen perfecta de nosotros frente a un espejo hecho trizas, pero ahí estamos relucientes, felices, esclavos de nuestra propia mentira, creyendo que vamos creciendo cada nuevo día, pero la verdad es que el horizonte se aleja. 
La vida es un constante cambio, es un encuentro con lo que hacemos bien y lo que hacemos mal, pero la decisión de poder mejorar o empeorar es nuestra. Podemos ser peores, o también ser cada día mejores. Dios está dispuesto a ayudarnos a marcar esa diferencia… a no ser más uno del montón, a no ser el resto o la compañía; sino a poder ser esa persona triunfadora en la vida, con metas y propósitos, con triunfos y con derrotas. A ser esa persona que acepta el C A M B I O y lo toma con calma, y si en algo estoy fallando a buscar el cambio correcto para no afectar al que me rodea y logara una vida mejor, una vida de cambios para bien, por amor.

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